domingo, 17 de noviembre de 2013

Nabo y el Cantante Calentón



Nabo escuchó en informes de TV y leyó en los sitios de Internet de los diarios que a un cantante famoso lo inculpan de haberse acostado con chiquilinas de quince años.

Entonces se encontró conversando con su mujer, Tamara, la pelirroja fugaz, de este tema.

En realidad no es seguro de que Nabo estuviera conversando, lo que sí es seguro es que la presencia de su pelirroja lo habilitaba para exponer sus pensamientos en voz alta y así escucharlos y, tal vez, corregirlos (o tal vez no, tal vez sólo sacárselos de encima).

Cierta vez, en su adolescencia, una amiga le contó que a sus dulces dieciséis tuvo un romance con un señor casado de unos treinta y que éste era muy dulce.

El recuerdo dejó a Nabo más dubitativo que de costumbre. ¿Qué le encuentran a una chiquilina?

Nabo puede comprender que la visión de carnes firmes logre hacer salivar a un señor pero no comprende cómo el señor éste pasa de la imaginación a la concreción del hecho con una criatura.
Elabora entonces una tabla

Chica de 15-16 años con hombre de
15 -20 años
relación completamente normal

20 – 25 años
menos normal, pero puede haber amor. Todo bien, bah

25 – 30 años
Le empieza a parecer un poquito raro. La chica es un poco chica. Pero el amor todo lo puede
(Pero no estamos hablando de amor aquí. ¿O Nabo se está confundiendo?)

30 – 35 años
Ya le parece un poco perversito. Le empiezan a rondar las frases "Podría ser su hija" y la respuesta "Pero no lo es". También se le asoma "Ella me provocó" y la idea de cuán fácil manipular los sentimientos de una criatura cuando se le llevan veinte años

35 – 40 años
Lo único que le viene a la cabeza es "Dejate de joder, degenerado". Y la palabra degenerado no lo va a abandonar por un buen rato.

Entonces Tamara da su visión de la cosa.
Explica a Nabo que todos acusamos al Cantante Calentón, lo investigamos, le encontramos evidencias y lo mandamos a la cárcel.
Entonces respiramos. La Bestia está encerrada.
Pero el Cantante Calentón no entiende qué es lo que hizo mal. Se pregunta si debería pedirles a las señoritas el documento de identidad antes de fornicárselas. ¿Y saben qué? El Cantante Calentón tiene razón. ¿Qué diferencia le hace, una chiquilina más o menos? ¿Acaso cuando se encama con decenas de mujeres dentro de la edad reglamentaria alguien le dice algo? ¿Acaso se le critica la vida licenciosa? ¿O tal vez se la estimule y se la tenga como paradigma de lo deseable?
¿No hay, acaso, decenas de programas de TV, emitidos temporada tras temporada en la televisión pública y gratuita donde el modelo a imitar sea el de cantante famoso y chorreante de dinero que adora escuchar los gritos de multitudes de féminas famélicas de su falo? (¿Acaso se escuchan en tales audiciones coros de hombres?)
¿Qué quieren del tipo? Si aprendió perfectamente la lección que le dieron… ¿O acaso alguien acusa a un niño de colegio primario por recitar las tablas de multiplicar demasiado rápido o a cualquier hora?

Punto.

Tamara calla y deja flotando en el silencio una oportunidad para la reflexión, como si empujara levemente un bote hacia el naufragante pensamiento de Nabo.
Y el naufragante pensamiento de Nabo aborda justo antes de desfallecer y respira hondo.

La palabra Degenerado se le acerca.
Nabo la repite. La tienta.
¿Degenerado o Generado?
Generado, concluye.

-¿Y las chiquilinas?- recuerda -¿Cómo es que esas niñas llegan al lecho del Cantante Calentón?-

Piensa entonces en Popcorn. Pochoclo. No puede evitarlo.

Se imagina al Cantante Calentón comiendo pochoclo, comiéndose mujeres. Ni siquiera diferencia si cada grano es más o menos grande que el otro. Sólo empuña y traga.

Comer pochoclo es una especie de caricatura del acto de comer. Es un movimiento idiota y compulsivo.
El pochoclo es una especie de burbuja que se mastica, es un algo que pareciera hacer decir al que lo come Trago y trago y no me sacio. Tal vez por eso va tan bien frente al televisor, o en ciertos cines.

Luego, Nabo existe.

Las chiquilinas han aprendido la lección.

La lección Cúbrete tu cara y tu cuerpo o Desnúdate frente las cámaras.
La lección Pornografía o Religión.
La lección Sé Objeto, Sé un grano de Popcorn, Sé engullida y masticada. Usufructuada, abusada, castigada. Sé asesinada por tu dolido ex marido si haz osado divorciarte de él.
Sé modelo anoréxica con tetas siliconadas, que eso es lo que está en venta en las vidrieras de esta temporada.
Ni tengas el coraje de explicar que puede existir un punto de vista distinto.
Sé sin ser, Existe sin existir

Entonces Nabo cree que ha comprendido algo.

Perro que ladra no muerde, mientras ladra, dice el refrán popular, y Cantante Calentón que fornica no conversa ni de amor ni de puntos de vista mientras fornica.

Ha comprendido que no hay nada que indique que el Cantante Calentón deje de fornicar

sábado, 10 de agosto de 2013

Nabo en Dimona

Nabo entra a un edificio más, en esa mañana de viernes, envuelto en esa paz de viernes a la mañana.
Al costado derecho del inmueble los vecinos de la planta baja hicieron una especie de pérgola donde crece trepándose al enrejado un jazmín del aire. Será que el tamaño de su apéndice nasal lo hace sensible a los perfumes o será lo que sea, el caso es que el aroma lo alegra. Henchido de la efímera felicidad olfativa echa una mirada hacia dentro de la pérgola y ve una señora que está asando algún manjar en una pequeña barbacoa. La estampa le gusta mucho, tanto como la fusión de aromas.
Nabo está a punto de entregarse al embriague pero está trabajando y tiene un alto sentido del deber. 
Se dirige entonces al hueco ése donde están los relojes medidores del agua, y en ese particular caso hay un nudo de caños que le dificultan moverse en ese pequeño espacio. Hay allí seis medidores dispuestos de tres en tres, y el último de la serie está un tanto inaccesible, pero Nabo tiene un alto sentido del deber y se enmaraña por entre los caños como el jazmín de la puerta. Entonces llega al reloj. Y sobre él hay un magnífico imán. Un bloque de unos siete por diez por dos centímetros. Nabo lo quita y se lo queda admirando. Poner una cosa así es una exageración, pero parece que el dueño del departamento quería estar seguro de que el imán haga su trabajo.
Parece que el imán atrae dudas, porque Nabo no sabe cómo proceder. Decide finalmente ubicarlo en el marco de la puerta del departamento, y ponerle debajo una de las calcomanías que avisan que no se pudo leer el medidor, como para decir "Estuvimos aquí y somos conscientes de este acto pornográfico". Es para asustar nomás, ya que Nabo no reporta estos incidentes. Él mismo no logra comprender por qué se comporta así ciertas veces, pero no tiene una explicación para todo ni le interesa tenerla. Digamos que le dio la gana.
Entonces la mujer que asaba barbacoa se acerca a su departamento – el del pornográfico imán – y le pregunta a Nabo si es de la compañía del agua. Nabo asiente y sale del edificio, levemente apenado de que haya tenido que ser justo ése y no otro.

Así como sale de allí se acerca a un patio. El muro que lo rodea es no es lo bastante alto como para obstruir la visión de Nabo hacia adentro. Reconoce a la señora que vive allí y le avisa que es de la compañía del agua y que viene a revisar los medidores. Nabo cree recordar que ahí también encontró imanes en más de una ocasión. La dueña de casa se hace la desentendida, como que habla con alguien, o que se abstrae pensando en quien sabe qué. Se acerca a donde están los medidores y con movimiento a la quelque chose retira algunos pequeños imanes y los revolea por ahí. Nabo ve todo ese accionar, que no le genera ningún reproche, sino admiración. ¿Se creerá la señora que Nabo no ve lo que está haciendo? ¿O tal vez haya decidido que ése es el rol que debe jugar y se dispuso a hacerlo hasta las últimas consecuencias? Nabo no tiene una respuesta inmediata, pero deja a la situación fluir.

La señora pregunta si Nabo es de la compañía eléctrica y Nabo sonríe para adentro, simpatiza con la maniobra de distracción. Luego le informa que él ya sabe que la matrona tiene imanes, que a Nabo no le importa, pero que le avisa que la compañía está cambiando los viejos medidores por unos nuevos que tienen dentro sensores que detectan cualquier irregularidad, pérdidas de agua, consumo excesivo o influencias magnéticas.
La matrona se ríe.
Hay algo hermoso en la risa de la matrona, y eso que le faltan un par de dientes. Qué me importa. Vivo sola. ¿Qué me van a hacer? Éste es un país de ladrones. ¿En la Gran Knesset no son todos ladrones?
Nabo también ríe. Le replica que tiene razón y le desea buen sábado.


Se aleja iluminado y entibiecido.